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miércoles, 1 de julio de 2015

Atrapado en la Niebla de Sortilegios de Rufino Pérez


Si se pudiera dar nombre a todo lo que sucede, sobrarían las historias. Tal y como son aquí las cosas la vida suele superar a nuestro vocabulario. Falta una palabra y entonces hay que relatar una historia
John Berger

Rufino Pérez Brenan escribe desde los años jóvenes, de manera natural y progresiva ,desde adentro, desde el corazón, desde la intimidad de su conciencia, desde su tierra. 

Hoy hemos iniciado la lectura de su novela “Niebla de Sortilegios” y hemos quedado atrapados entre los frágiles límites entre la ficción y la no ficción.
La fantasía creadora, su ingenio descomunal, nacida y crecida y aprendida desde su “Nona” ,
Ella que le hizo mirar hacia el tope de la montaña,y luego le mostró cómo llegar allá dotada de “ pureza existencial, con el gozo pródigo propio de un albedrío inocuo y de la candidez exuberante de la vida campesina”, está en cada encuentro comunitario de su obra.
Yo quedé atrapado en la pagina 17 y por esto con su permiso me atrevo a copiarle este fragmento. Quisiera me dejaran saber que reacción les ocurre a leer este pasaje erotico marcado por la pobreza y la opresión:
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"Esa misma noche bendita y tibia, una brisa misericordiosa bajó del cielo, a la cama de Romelia y Manuel Santana. Eran las once de la noche. Los gallos habían hecho una pausa en su trinar perpetuo y el silencio se adueñó del predio. Los resoplos simultáneos dilatados y en vaivén de Feliciano y Robertina se escuchaban desde la sala, al caer vencidos por el sueño. El canturrear de avecillas nocturnas y el silbido de acordeón de los grillos hacían sincronización casi perfecta como música de sinfonía astral de musa divina. El concierto de la naturaleza nocturnal y el silencio de los gallos auguraban un momento de atenuación y tranquilidad. Esa noche, reposada dentro de sí misma, caliente como la sangre de animal en celo y poseída como consecuencia de un vendaval hormonal bravío que agitaba con fuerza tempestuosa cada célula suya y empujada por un poder intrínseco y un deseo desenfrenado que no eran suyos, Romelia tendió su brazo izquierdo a través de la penumbra y lo dejó caer encima de un objeto carnoso caliente, erecto e impetuoso.

Con la misma tenacidad, y sin desperdiciar un solo segundo, alzó el brazo derecho y lo extendiópara alcanzar el hombro izquierdo de Manuel Santana y lo haló con ímpetu y se echó el cuerpo indispuesto y con el tufo a gallo de Manuel Santana encima. Con soberbia felina,alzó las dos piernas, una de cada lado del cuerpo con olor a alcanfor de Manuel Santana y le echó un nudo profano de anaconda belicosa. 

Romelia convulsionaba con arrebato volcánico. Lo exprimió como si le habría querido sacar la mierda y lo sumergió en su muladar hasta que el sudor con tufo a etanol le rodaba por la canaleta que formaban sus vértebras en la espalda. Al borde de la asfixia, en desespero, Manuel Santana sacó fuerza de donde no tenía, se revistió de coraje y se armó con el instinto varonil animal típico del hombre mulato, dispuesto a defender la honra. Se encrespó como antropófago salvaje para soltarse de aquel nudo mortífero. El crujido agitado del lecho y el resuello de animal feroz de ambos provocaban un estruendo en la casa como si temblara la tierra. La intrepidez de Romelia, el olor de aroma carnal y el calor de su fertilidad exuberante desafiaron a Manuel Santana hasta llevarlo al borde de la muerte, quien intrépidamente, con insólito y extraordinario brío, trató de responder a aquel arrebato de Romelia,hasta que perdió la noción de sí mismo por completo. Fue entonces cuando a las doce de la noche, exacta, de ese miércoles otoñal sacrosanto,un bramido a coro de desespero y frenesí, anunció la tempestad de una secreción resbaladiza viva y caliente que se abrió paso como soplo de cañón y se asentó en el mero centro del útero de Romelia. En ese mismo instante, se quebró la noche y se escuchó el sonido sordo del tambaleo de los cambronales y los tunales, mientras la hora se llenaba de ánimas alegres que se esfumaban como centellas y fue entonces cuando detonó el clamor de un buey solitario cuyo sonido resonó en un eco ensordecedor que se diseminaba en ondulaciones magnéticas en todo el valle, hasta invadir cada esquina de la biósfera de una hipnosistangible, tan fuerte que fue capaz de despertar los muertos, incluyendo al rey del cementerio a quien le derribó su cruz de hormigón y a quien le anunciara la fecundación de un gran varón. Al otro día, todo el mundo se preguntaba si en la noche antes había temblado la tierra y cuál era el significado de aquel bramido de buey solitario que se había adueñado de la troposfera."

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